Uno de los libros de mi infancia...
Sinopsis:
El pequeño vampiro trata de la amistad entre el niño humano Anton y el niño vampiro Rüdiger von Schlotterstein. Anton vive inquietantes aventuras entre los vampiros, acompañado por Rüdiger, que suele visitarle apareciendo inesperadamente en el alféizar de su ventana. Una de las dificultades a las que se enfrentan es la de tratar de evitar que los padres de Anton lleguen a enterarse de que Rüdiger es un vampiro.
Anton va conociendo cada vez a más miembros de la familia de Rüdiger, como la hermana pequeña Anna y el hermano mayor Lumpi. También vive emocionantes vuelos nocturnos con la capa que le presta su amigo, y pronto se familiariza con los problemas que tienen que afrontar los vampiros: el ajo, el tener que hacer la mudanza con un ataúd o el sufrir la persecución del cazador de vampiros Geiermeier.

Fragmento:
—¡Mis libros —berreó Antón—, todos comprados con las propinas!
De pronto el vampiro se detuvo; una sonrisa de satisfacción apareció en su rostro.
—¡Drácula!... —leyó a media voz—. ¡Mi libro favorito!
Miró a Antón con ojos radiantes.
—¿Puedo tomar éste prestado?
—Por mí... Pero hay que devolverlo, entendido.
—Claro que sí. Satisfecho, se metió el libro bajo la capa.
—Por cierto, ¿cómo te llamas?
—Antón. ¿Y tú?
—Rüdiger.
—¿Rüdiger? Antón estuvo a punto de desternillarse de risa, pero pudo reprimirse a tiempo. En definitiva, no quería volver a encolerizar al vampiro.
—Pues es un nombre bonito —dijo.
—¿Tú crees? —preguntó el vampiro.
—De verdad. Y muy apropiado. El vampiro parecía muy halagado.
—Pues Antón también es un nombre bonito.
—No lo creo en absoluto —dijo Antón—, en el colegio siempre se ríen al oírlo. Pero mi padre se llama también Antón, ¿sabes?
—Ah, vaya. —Y ya mi abuelo se llamaba Antón. ¡Como si eso me importara!
—Realmente, hasta ahora también yo había encontrado siempre Rüdiger bastante estúpido —dijo el vampiro—. Pero uno se acostumbra.
—Sí, se acostumbra uno —suspiró Antón.
—Dime, ¿estás a menudo así, solo, en casa? —preguntó el vampiro.
—Todos los sábados.
—¿Y no tienes ningún miedo?
—Sí.
—Yo también. Sobre todo en la oscuridad —declaró el vampiro—. Mi padre dice siempre: «Rüdiger, tú no eres un vampiro, ¡eres una gallina!».
Se miraron y se rieron.
—¿Tu padre también es vampiro? —preguntó Antón.
—¡Claro que sí! —dijo el vampiro—. ¿Qué pensabas?
—¿Y tu madre también?
—Naturalmente. Y mi hermana y mi hermano y mi abuela y mi abuelo y mi tía y mi tío...
—¡Cielos! ¿Toda tu familia?
—¡Toda mi familia! —dijo el vampiro lleno de orgullo.
Angela Sommer—Bodenburg
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